domingo, 30 de marzo de 2008

...TAL VEZ POR SER FELICES AL MENOS UNA TARDE















PÁJAROS DE PAPEL
[KABUL]

La ciudad sobrevive, lentamente se afana
en olvidar las noches de afilados cuchillos,
señales del asedio en la luna menguante.
Atrás la nube oscura. Se acaricia la tregua.

Intensamente azul aquel lejano cielo.
Niños, junto a las casas, sus proyectos urdían,
el ansia de aventura, de subir al espacio
el colorido vuelo de frágiles cometas.
La fiesta renovada con el aire de marzo
sale de sus prisiones, y los muchachos alzan
la mirada a los cielos, entornando la luz
los párpados calientes, que albergan unos ojos
de tristeza y pasado, pulso firme también
para soltar el hilo con suave y lento roce,
y dejarse arrastrar por el ansiado sueño
de ascender a otra patria, a otro lugar alzado
que la mirada ignora... Y las cometas suben
a más y más altura. Besan el aire y vuelven.
Las manos que las guían sienten el vuelo en sí,
capaz y tembloroso. Sollozan los muchachos,
tal vez por ser felices al menos una tarde.

D. GARCÍA

miércoles, 5 de marzo de 2008

CADA VEGADA QUE EM NEGO A MI MATEIXA...



No hi havia gent que acusés;
no hi podia haver jutge.

Selma Lagerlöf

Ereu salvatges.
No deixeu que ara us domin.

Isadora Duncan

"Debido a que se cree capaz de disfrazar con la toga del conocimiento lo que en realidad es ignorancia, el ser humano deviene la más ignorante de las criaturas, la única dispuesta a engañarse a sí misma. Ignoramos todo acerca de nuestra verdadera identidad, pero nos vemos muy capaces de comprender el universo y las leyes que lo rigen. Y lo que aún entraña mayor riesgo: nos sentimos legitimados para emitir un juicio moral inapelable. Sin haber resuelto el acertijo que nos propone, casi desde el comienzo de nuestra andadura, la célebre y desoída inscripción que figuraba en el pronaos del Templo de Apolo en Delfos: “Conócete a ti mismo”, aceptamos de buena gana como alforjas cuatro creencias heredadas y comienza el viaje pavoroso de la vida.
¿No podría suceder que ese desconocimiento de nuestra naturaleza última fuera el responsable de gran parte de las desdichas que nos aquejan? ¿No se enfrentaría con serios problemas un cisne que estuviera convencido de ser león? Ninguna especie entra en conflicto con los sucesos que componen la trama del vivir como lo hacemos nosotros. El animal se asusta, pero no teme; sufre, pero no se tortura; mata, pero no asesina. El animal no necesita preservar su honra ni busca reconocimiento, no anhela salvación ni le afligen infiernos; le basta con atender a sus necesidades corporales, vive y muere a salvo en su presente, y así se ahorra el arduo trabajo de la agonía. La agonía del hombre se sostiene sobre una imagen que nace vinculada a dos tipos de erosiones: la del tiempo y la de sus contempladores. Es siempre un concepto el que se siente aludido y el que sufre, y también es un concepto el que se obliga a morir. Porque mantenemos una expectativa sobre el que queremos ser, nos ofende la mirada que demuestra percibirnos de otra manera, aunque esa mirada parta de nuestros propios ojos. Porque hemos aceptado un nombre y una forma como nuestro único capital, estamos a merced de tantos robadores y del gran robo de la muerte.
¿Quién es esa persona, la que dice yo, la que reclama su derecho y está dispuesta a defenderlo con su sangre? ¿Y qué tipo de mundo es ese en el que se ve desarrollando sin cesar sus diversas actividades? Damos por sentado que somos, cuando en realidad solamente aparecemos.[...] Lo que calificamos como “real” está sujeto a la intermitencia y a la incesante mudanza. El cuerpo, la imagen mental que proyectamos sobre él y el entorno en que ambos se hacen perceptibles revelan su inestabilidad con respecto al cincel del tiempo, y su supuesta sustancia varía según la particular percepción de cada observador.
Si podemos hacer acopio de humildad, si nos hacemos el favor de mostrarnos honestos con nosotros mismos, deberíamos confesar que desconocemos por completo lo que en realidad somos. A no ser que demos por buena esta curiosa identidad de humo; pero entonces seguiremos abrasándonos en un fuego frío. El primer acto de sabiduría consiste en reconocer que no sabemos. El que esté verdaderamente interesado en averiguar quién es él, necesitará escepticismo y valor para poner en tela de juicio el parecer común; capacidad de discernimiento y constancia para analizar por su cuenta los datos disponibles; y el suficiente humor como para estar dispuesto a reírse de sí mismo o, por mejor decir, de esa imagen tornadiza que hasta ayer reclamó como propia."

Amb aquests suggeridors paràgrafs comença el darrer llibre del poeta valencià Vicente Gallego que porta per títol Consideraciones sobre el rostro original, lamentablement, encara no està editat. Ell, ha tingut la gentilesa d'enviar-me un exemplar en record d'una conversa nocturna a Catarroja, el petit poblet on viu a pocs quilòmetres de València, en la què vam aventurar-nos a filosofar (ell, evidentment, amb arguments irrefutables, el doble de sentit comú i un innegable coneixement de causa) sobre els sentiments que ens atenacen i el pes de la cosnciència que s'obstina en negar-nos. Em diu que potser en aquestes pàgines trobaré resposta a algunes de les preguntes que em tenen capficada. Des d'aquí li envio el meu sincer agraiment i confesso les ganes que ja tinc de tenir-lo imprés i dedicar-m'hi. Gràcies!!!!