miércoles, 14 de octubre de 2009

VOLVER

Aprovechando la tregua festiva del puente y más por exigencias del guión familiar que por gusto, he pasado los últimos cuatro días en el pueblo donde pasé mi infancia. Evidentemente, vuelvo con cierta frecuencia a la que fuera, sigue siendo y será mi casa. Frecuento a mi familia y, sin embargo,, en esas idas y venidas siempre me quedo a las puertas del resto. No se si incurro en algún tipo de agravio contra las ganas de coincidir con que me obsequian los que un día se contaron entre mis amigos. Y sin embargo yo vivo esas ausencias, esos vacíos de tiempo en común, con una serena pasividad, con cierta cordial indiferencia. No obstante, durante el pasado fin de semana y déjandome llevar por la marea de un pueblo en fiestas, me vi obligada a salir a la calle, a mezclarme con la gente. Las fiestas populares tienen algo de entrañable, un rebaño de luz que predispone a la alegría, un talente casi nostàlgico que nos incita a recordar. Y entonces recordamos. Y entonces volvemos. Naturalmente siempre es otro el lugar que reencontramos, otras gentes. Da lo mismo que compartan nombre y apellidos con alguíen que recordamos en pasado; da lo mismo que se acerquen a nosotros con el convencimiento de reencontrar algo que un día poseyeron. Todos deseamos volver y, a pesar de ello, no volvemos nunca o, en cualquier caso, volvemos al vacío de volver. Al vacío de los huecos entre besos, abrazos, saludos y despedidas. A mi siempre me queda, después, la fría sensación de haber dicho muy poco, de haber dado aún menos. Y enotonces me reprocho no saber elogiar lo suficiente lo crecida que está la hija de fulanito, el trabajo excelente de menganito, la futura maternidad de alguién. Pero volvemos porque también en esos lapsus de espacio común coverge el cariño que en su día fue tiempo para invertir en compañía, recuerdos de lo que fuimos, constatación de lo que no recuperaremos nunca.
Hay personas que se obstinan en no dejarse atrás. Yo prefiero dejar al pasado en cuarentena. Volver, según creen algunos, significa refutar el tiempo. Pero que no se engañen, cada vuelta viene a confirmar su imparble transcurrrir. Quizá es también por eso volvemos y volvemos a volver: para constatar que el tiempo va minando todo lo que dejamos atrás.

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